La razón última del actual conflicto ucraniano debe buscarse a miles de kilómetros de allí: a miles de kilómetros de las trincheras cavadas en la nieve y de los campos de minas. La causa de todo este conflicto -para muchos inesperado- está en los avances tecnológicos y científicos desarrollados en Estados Unidos durante los últimos años. Estamos asistiendo a una revolución tecnológica, y esta revolución está afectando al pensamiento militar de las grandes potencias. Conceptos tales como el de guerra mosaico y el de guerras multidominio son ya una realidad en la doctrina militar estadounidense, y se han podido teorizar al amparo de un desarrollo armamentístico de última generación. La potencia industrial de los Estados Unidos está investigando nuevos sistemas de armamento que -sin lugar a dudas- ya están afectando directamente a las doctrinas aplicables a los conflictos bélicos (Guerra Multidominio y Mosaico. Guillermo Pulido. Editorial La Catarata 2.021).
Rusia se enfrenta, otra vez en su historia reciente, al dilema de plantar cara a los Estados Unidos desarrollando una carrera de armamentos que, ni por razones económicas ni por motivos científicos, puede ganar. No puede entrar en un tú a tú tecnológico, y esto deberá ser compensado mediante las ventajas tácticas que brindan su fuerza nuclear y su ingente masa de maniobra militar. Sin embargo, estos nuevos escenarios mundiales llevan a Rusia a adelantar sus movimientos en Ucrania. Porque si Rusia no acomete -en este preciso momento- un duro intento de reformulación del espacio de seguridad europeo y de pacificación de su frontera occidental, podría pasar que no fuera capaz de hacerlo en futuro a medio plazo.

En este mundo multipolar que se está construyendo entre las potencias del Siglo XXI, Rusia no está llevando la mejor parte. Las casi infinitas posibilidades financieras de China y de Estados Unidos la están dejando atrás. Este es un buen momento para plantar cara a una maltrecha OTAN, a una Europa debilitada por el COVID, y a unos Estados Unidos vacilantes -en sus postulados de política exterior- en los inicios de la Administración Biden.
Existen otras razones de orden interno ruso que nos están llevando a la guerra. Una devastadora crisis económica que Putin no es capaz de frenar y un correlativo descontento entre sus ciudadanos. Los planes de recuperación económica de Putin pasan por una explotación planificada e intensiva de los recursos siberianos. Por tanto, ya no se trata sólo del típico recurso a la guerra de una Dictadura en apuros internos, sino de una verdadera necesidad estratégica de un país que no puede realizar su imprescindible giro hacia el este sin haber conformado -en primer lugar- una solución aceptable en el oeste.
Por todo esto, estoy convencido que Putin ha desplegado una abrumadora fuerza militar en sus fronteras occidentales tan sólo porque piensa utilizarla. Yo creo que Rusia va a atacar a Ucrania en los próximos días, dado que las condiciones que ha puesto al mundo occidental para no hacerlo no se pueden cumplir.
La maldición de Munich planea de nuevo sobre los estadistas de esta Europa agotada y enferma: llegar a acuerdos con una potencia dictatorial y militarista tan sólo retrasa los problemas, sin solucionarlos en modo alguno. Sin embargo, tampoco resulta posible un enfrentamiento directo con Rusia en el estado actual de la política de defensa europea común: ni hay medios ni hay la más mínima voluntad de intervenir. Europa depende -tal vez más que en ningún momento de su agitada historia- de los Estados Unidos para defenderse. A eso hemos llegado después de lustros de políticas defensivas cicateras, erróneas y dispersas: y este indudable dilema nos ata las manos para una intervención militar directa de confrontación con Rusia.

Y sobre este panorama devastador, Ucrania volverá a dar al mundo una lección de dignidad nacional y de valentía patriótica. Un rodillo está a punto de pasar por encima de sus cabezas, pero ellos se aprestan a defender la Patria con desesperación y co gallardía. Lo he dicho muchas veces: Ucrania es nuestra primera línea de defensa frente a las ofensivas imperialistas de la Rusia de Putin. Por lo tanto, esta también es nuestra guerra. Una guerra que se va a librar en nombre del derecho de la nación ucraniana a elegir libremente su camino sin la interferencia despiadada de un vecino terrible. Una guerra que enfrentará a los ciudadanos libres de una nación libre contra los soldados autómatas de una dictadura inclemente. Una guerra que va a enfrentar a los demócratas frente a los que no lo son. Una vez más… ¡¡¡Slava Ukraine!!!