Irene Montero y su insufrible sectarismo
Mientras este país se debate en medio de una de las mayores crisis de su historia, nuestra clase política –clase en el más estricto sentido de la palabra- se dedica a la descalificación y al insulto. Interminables broncas por asuntos que a casi nadie interesan y que, desde luego, no tienen su origen en los problemas que verdaderamente nos afectan. Entre unos y otros, se están haciendo imposibles tanto la convivencia política como la cohesión social. Los partidos políticos son incapaces de alcanzar pactos generales, de todo punto necesarios para hacer frente a todo lo que se nos está viniendo encima. En muy pocas ocasiones se ha visto en España un abismo tal entre lo que realmente preocupa a la ciudadanía y la árida actuación de sus representantes.