
La movilización de la sociedad en Occidente debe tener en cuenta su elevado grado de fragmentación. Cada segmento de edad, cada grupo étnico, cada clase social, cada sensibilidad política quiere ser respetada y tenida en cuenta. Cada vez que los gobiernos, los nominales y los de verdad, se ven en la obligación de convocar a los ciudadanos para que marchen como una sola voluntad, han de tenerlo en cuenta.
Esta fragmentación resulta adecuada para las elites: impide que haya una verdadera unidad social ante los problemas verdaderos y deja a los grupos, nunca lo bastante grandes como para representar nada peligroso, a merced de las consignas siempre vertidas desde los medios para mostrarles el camino “correcto”.

Ya conocemos la técnica del significante vacío: todas las palabras y frases tienen un significado. Pero no solo uno, pueden tener varios y de eso se aprovechan los eslóganes políticos: “el cambio”, “yes, we can”, “adelante”, “todos juntos”, etc… Que pueden tener el significado, el contenido, que cada elector o sector de votantes quiera ver o descifrar. Cuanto más inconcreto, mejor. En una sociedad diversa es el mejor medio para agrupar en un bloque grande y canalizar el voto de millones de electores, bombardeados por medios bien pagados para que ese mensaje lo tengan hasta en la sopa.
En este caso el objetivo está claro y se proclama públicamente: ganar las elecciones. Pero ¿Qué sucede si el deseo de las élites es movilizar a toda la sociedad, casi unánimemente, además, contra sus enemigos?
Para destruir socialmente y moralmente a un enemigo hay que arruinar su reputación. El mejor modo es colocarlo en el bando de los malvados sin ningún tipo de ambages. Ha de ser el Malo de una manera clara y rotunda ante todos, incluso ante sus partidarios.

Un ejemplo reciente de esto lo hemos visto en las reacciones ante la nueva serie de Amazon “Los Anillos de Poder”. Es una serie que afirma basarse en la obra de JRR Tolkien, la cual ha recibido muy duras críticas por parte de los fans, quienes dicen que nada tiene que ver con aquel universo fantástico. La defensa de los patrocinadores de la serie, que se juegan mucho dinero ahí, ha sido posicionar a aquellos fans en la orilla del mal, llamándolos “puristas”, reaccionarios, racistas y machistas, insinuando que les molesta que haya elfos negros, mujeres empoderadas, tener mentalidad antigua o que Tolkien lo habría escrito así si viviera ahora… Por supuesto que hay gente a la que le molesta lo anterior, pero a la gran masa de fans le molesta que se diga que está inspirado en Tolkien, cuando simplemente usan elementos y la fama de esa historia para una obra mediocre y sin ninguna conexión real con aquella mitología.
Los fans son acusados de racistas y machistas porque la realidad de su oposición no interesa que se sepa. Es más fácil y rentable crear una imagen de malvados retrógrados que discutir seriamente sobre el fondo de la cuestión.
Lo mismo pasa con Rusia y con Putin. El objetivo es primero rodear, luego estrangular y finalmente desmembrar a esa gran nación en un enjambre de pequeñas repúblicas, a imagen de lo que pasa en los Balcanes, a imagen de lo que pasa en Oriente próximo, las cuales, enfrentadas entre sí por sus etnias, idiomas, religiones… Serían, como casi todo el planeta, saqueadas y controladas. El Occidente colectivo está buscando la III Guerra Mundial y necesita fabricar el Enemigo absoluto, malvado, para justificar las más que esperadas matanzas del futuro. ESTO es el fondo de la cuestión.

El problema es que necesita fabricar un consenso social de casi el 100% para que la población asuma los costes de una guerra: pasar hambre, pasar frío, morir incluso. Ello, a unas sociedades como la yankee (que no vive en directo una guerra desde 1865) y la europea occidental, que desde 1945 ha vivido a la sombra de una paz nunca antes imaginada (para frenar al bloque soviético) y acostumbrada a la idea de un progreso indefinido.
La solución no pasa por el significante vacío, ya que se trata de ir a una guerra, no a unas elecciones o vender un producto. Se trata de erigir lo antedicho: un Malo absoluto.
Para una sociedad tan dividida, donde cada uno de nosotros en su círculo ve la realidad a su medida y diferente de los demás, la mejor solución es que Rusia y Putin sean el MAL que cada uno de nosotros quiere ver, desde la extrema derecha hasta la extrema izquierda.

- Si eres un antifascista, Borrell te indicará que en Rusia hay un régimen fascista.
- Si eres una feminista, Rusia es una sociedad machista donde pegan a las mujeres.
- Si eres un homosexual, en Rusia te meterían en la cárcel.
- Si eres pacifista, Rusia es militarista.
- Si te preocupan los derechos humanos, en Rusia no los respetan.
- Si eres un defensor de la democracia, Rusia es una autocracia en realidad.
- Si te preocupa la libertad de expresión, asociación, etc., en Rusia es mejor que te olvides.
- Si crees en el libre mercado, el gobierno ruso recorta esas libertades.
- Si eres ecologista, Rusia contamina mucho.
- Si eres ateo, Rusia habla de Dios.
- Si eres católico, los rusos son ateos o herejes.
- Si te da miedo el islam, los rusos tienen tropas musulmanas.
- Si eres anticomunista, los rusos son comunistas disfrazados.
- Si eres nazi o fascista, los rusos desnazifican.
- Si eres antiabortista, los rusos abortan mucho.
- Si eres patriota, los rusos son imperialistas.
- Si eres patriota español, Rusia financia el separatismo catalán.
- Si eres separatista catalán, Cataluña es como Ucrania y Rusia actúa como España.
- Si eres conspiracionista, Rusia está dominada por judíos o está confabulada con los EEUU.
- Si eres racista, los rusos son asiáticos.
- Si eres antirracista, Rusia es una sociedad demasiado homogénea…
Todas las anteriores frases, que he escrito de memoria, son argumentaciones que los diferentes grupos y corrientes políticas de Occidente creen y defienden de verdad. ¿Es casual tanta unanimidad en hacer de Rusia el Sujeto del Mal del Occidente colectivo? No lo creo.
Ello no se debería a ninguna conspiración, sino a algo tan simple como el manejo del discurso único y su “especialización” en cada grupo social: desde los podemitas preocupados por los derechos humanos hasta los voxeros denunciando injerencias rusas, todos los actores tienen su papel bien aprendido y nos enseñarán a odiar a Rusia a la carta.
En Occidente, nada es verdad o mentira sobre Rusia: solamente tendrá la culpa con un color u otro.