La maquinaria del miedo

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Hace algunos días mi vecino me mostró su factura del gas, a través de su teléfono móvil. Ya no recibe apenas documentos en papel a través de Correos, por lo cual los buzones de los portales y las casas creo que ya están empezando a quedar obsoletos… Ese vecino me comentó indignado el importe exagerado de la misma: 250 euros en un mes.

Tiempo después me dijo, orgulloso, que había logrado resolver el asunto, pagando finalmente 70 euros. Después de enviar fotos a través de una aplicación, después de enviar reclamaciones por teléfono y correo electrónico, después de devolver el recibo inicial del banco, pudo aclarar el asunto solamente cuando logró hablar con un ser humano, ya que hasta ese momento solamente había hecho trámites mediante dispositivos o máquinas, tales como contestadores automáticos, aplicaciones, el teléfono, correos electrónicos, etc…

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Según parece, el inquilino anterior había tenido un consumo grande en el mismo periodo de tiempo, hacía un año. La maquinaria automática de la compañía del gas se había limitado a predecir el patrón de consumo y expedir la correspondiente factura, dejando en manos del cliente la corrección. Y tuvo suerte de poder hacerla.

No somos conscientes de hasta qué punto los ciudadanos estamos sobreexplotados en el llamado primer mundo. Se nos ha encerrado en una burbuja tecnológica donde trabajamos gratis y además pagamos por servicios que realizamos nosotros mismos.

Desde el hecho de servirnos nosotros mismos la gasolina en el surtidor; sacar dinero y realizar gestiones financieras, bien sea a través de los cajeros automáticos o a través de internet; escanear nosotros mismos los productos en la caja del supermercado (después de haber recogido y acarreado por nuestra cuenta esos productos); fotografiar el contador del gas y remitir la imagen a la compañía para que hagan la factura; separar las basuras y echarlas en diferentes contenedores… Etc.

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Imaginad la cantidad de dinero que no solamente ahorran, sino que ganan las grandes compañías. Trabajamos gratis para ellos sin que el servicio mejore, sin que se abarate y en todo caso siempre se intenta dar un paso más para que los beneficios nunca dejen de crecer.

Normalmente ese paso se acompaña estrechando nuestras condiciones de vida. La clave está en reciclar y compartir: comparte tu piso si no puedes pagarlo; comparte tu coche; compra ropa y muebles de segunda mano; acostúmbrate a tener cientos de trabajos en tu vida.

Mi vecino tiene claro que va a remitir cada mes la foto de su contador a la compañía, porque teme otro recibo así. Porque el afán de lucro individual ha acabado generando esto, una sociedad automatizada donde lo humano va quedando fuera y donde en ningún caso el dinero y las ambiciones de unos pocos van a crear un mundo de relaciones justas, sino la vieja ecuación de poderosos intocables sobre masas llenas de miedo, y esquiladas.

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Jordi Garriga
Autor: Jordi Garriga
Técnico industrial especializado en dirección de CNC. Colaborador en diversos medios españoles y del extranjero como autor, traductor y organizador. Ensayista, ha publicado varios libros sobre temas históricos, políticos y filosóficos. Ha sido militante y cuadro político en Juntas Españolas y el Movimiento Social Republicano.

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