
El debate sobre el lenguaje inclusivo está abierto y sangra: en los últimos meses, la cuestión no sólo se ha colado en las conversaciones de los bares sino en el programa político del nuevo Gobierno. La vicepresidenta, Carmen Calvo, levantó un zafarrancho mediático al proponer revisar el texto de la Carta Magna para que sea más inclusivo -y menos machista-, recordando, como decía Wittgenstein, que “lo que no se nombra no existe”. “Tenemos una Constitución en masculino", de "ministros y diputados, que se corresponde a hace 40 años", lanzó, antes de encargar la tarea a la RAE y que los académicos se pusiesen de morros.