El polémico Matteo Salvini, Ministro del Interior italiano, ha calificado a la ONG, Open Arms de inoperante. La organización, dedicada a rescatar inmigrantes en las barcas y pateras del mar Mediterráneo, no desvió su barco, pudiendo hacerlo, en costas aledañas, como las españolas y sigue a la deriva. Según Salvini, querer desembarcar en Italia es una clara “provocación política”. Esta situación de urgencia ha despertado la reacción de numerosos personajes políticos de nuestro país, que no sólo ofrece sus puertos, sino también sus centros de acogida, su sistema de sanidad o sus colegios a los inmigrantes que llegan a nuestro territorio, pero, ¿se encuentra nuestro Estado y sus ciudadanos preparados para recibir tantas personas?
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El italiano ha indicado que el barco Alan Kurdi que traslada actualmente a 121 inmigrantes y se encuentra a 28 millas de la isla Lampedusa en Italia, no tiene la aprobación burocrática italiana ni, por tanto, luz verde para desembarcar de forma segura en la vecina República, así como tampoco en Malta. Esta semana, el Parlamento italiano ha sancionado una medida que incrementa la multa a las ONGs por trabajar con inmigrantes ilegales o refugiados que pretendan pisar suelo italiano a un millón de euros. ¡Igualito que en nuestro país!
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Crisis en la comunidad internacional
La llegada de los refugiados y las migraciones masivas hacia el continente europeo resulta delicada. También lo es la postura que la comunidad internacional adopte frente a este conflicto que varios dolores de cabeza está dando desde que se desató hace aproximadamente 8 años con la Guerra Civil y posteriormente, internacional, en Siria. Este panorama social internacional afecta de manera directa a la gestión política de los países involucrados, sea por cercanía territorial, o por implicancia en los conflictos. Así, Europa, y sobre todo, los estados del sur del viejo continente como España, Italia y Grecia han tenido que reformular su posición sobre cómo afrontar uno de los problemas que más preocupa a la población europea: los refugiados.
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Por ello, quizás por desinterés en afrontar los problemas que se le presentan al país vecino en sus fronteras con respecto a la inmigración, Matteo Salvini ha decidido señalarnos como posible acogedor. Sin embargo, recibir inmigrantes requiere de preciso control por cuestiones de seguridad y estabilidad social en el territorio local, en este caso, nuestro territorio. No se trata de sólo abrir una puerta, dar la bienvenida y servir un gazpacho, sino de lograr la legalidad de estas situaciones para poder conseguir una correcta integración en nuestra Nación.
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La incompetencia frente al discurso integrador
En España, han sido numerosos los políticos que a raíz de esta situación migratoria de extrema gravedad han aprovechado para subirse al carro de la integración aparentemente sencilla. Quizá dejando de lado la responsabilidad en la gestión política y dándole más importancia a una imagen benévola y moderna. En este sentido, algunos líderes han declarado públicamente la necesidad de que nuestro país acoja, a cualquier precio y prácticamente sin control, a aquellos refugiados en situación de desesperación. Por ejemplo, la alcaldesa de Barcelona, ofreció a los inmigrantes del ‘Aquarius’ desembarcar tranquilamente ya que no sólo garantizaba su estancia sino también contratos de trabajo. ¿Serán en las mismas condiciones deplorables que la mayoría de los empleados jóvenes trabajan en Barcelona con exceso de horas legales y precariedad salarial?¿Acaso Colau pretende acogerlos a todos en su morada?
Sin embargo, Ada no ha sido la única a la que el espíritu solidario parece haberle llegado. Quim Torra ya ofreció puertos catalanes, como también adelantábamos en MEDITERRÁNEO DIGITAL, para el desembarco de inmigrantes del ‘Aquarius’. Y es que quizá Torra ande despistado, pero Cataluña es España, y ya se había vetado el desembarco. ¿Acaso tanto Barcelona como Valencia con alquileres por las nubes y trabajos con demasiados contratos temporales plantean las condiciones óptimas para que los refugiados puedan recomponer su vida?
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El discurso progre de la solidaridad
Sin duda en una situación crítica de extrema urgencia como resulta el tema de los refugiados para Europa despierta la solidaridad más profunda, y mayoritariamente, dormida de las sociedades y sus gobiernos. Los refugiados y todo aquello que atañe a la migración como el asilo político o la reestructuración de la situación microeconómica se han convertido en agenda para aquellos gobiernos que más necesitaban reformular su postura con progresismo.
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Resulta necesario, como acto de responsabilidad política y buena gestión, adoptar medidas que incidan en una mejora de la situación con inteligencia y sostenibilidad. Hay que encontrar un claro equilibrio entre la razón, el corazón y la gestión. Tanto a escala gubernamental como a escala social, es imprescindible entender que ayudar o colaborar en un escenario tan crítico en ningún momento debe poner en peligro la estabilidad social, política o económica inicial de los países que deciden embarcarse en la cooperación. No resulta funcional ni responsable maquillar con un discurso de inclusión, integración y no discriminación; la capacidad real de España para acoger a inmigrantes sin un mínimo sostén económico.
El discurso progre no sólo está causando más estragos de los que ya la propia situación de emergencia genera, sino que además polemiza una causa que preocupa a todos y afecta de manera directa en la estabilidad local europea. No se trata, como Salvini planteaba, de derivar responsabilidades hacia afuera por conveniencia propia.
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