
La obsesión del nacionalismo y la izquierda de nuestro país por la figura de Francisco Franco es un caso digno de estudio, más allá de toda lógica política y sentido común.

42 años después de muerto, y tras más de cuatro décadas de democracia, siguen viendo a Franco por todas partes. El Estado español es franquista, las Cortes son franquistas, el Gobierno es franquista e incluso la mayoría de los partidos políticos lo son. Hasta Cataluña se ha llenado repentinamente de franquistas plantando cara en las calles al órdago separatista tras el referéndum 'democrático' del 1 de octubre.
El poder de Franco ha traspasado nuestras fronteras. La Unión Europea, que se ha puesto al lado de España frente a la deriva totalitaria del independentismo catalán, es facha. Los Estados Unidos de América, súper fachas. E incluso instituciones supranacionales como la ONU o la Comisión de Venecia, que regula las consultas de autodeterminación en todo el mundo, se han contagiado del tufillo a fascismo generalizado. Cataluña es el último reducto de la libertad, el estandarte de la democracia frente al omnipresente franquismo global.
Carles Puigdemont no ha desaprovechado la enésima ocasión de denunciar al mundo, desde su exilio en Bruselas, el 'totalitarismo' y el 'fascismo' que desprende España.
Lo ha hecho, como no, el 20N, concidiendo con el 42º aniversario de la muerte de Franco, a través de su cuenta de Twitter oficial.
"Franco murió hace 42 años hoy y su tumba sigue siendo reverenciada dentro de un monumento turístico pagado a través de los presupuestos del Estado español. 2017 de Europa", ha escrito sobre una fotografía con una imagen de los homenajes ciudadanos al Caudillo en el Valle de los Caídos.
Franco died 42 years ago today and his grave is still revered inside a touristic monument paid through the Spanish state budget. Europe 2017 pic.twitter.com/zTUyeuvkXs
— Carles Puigdemont (@KRLS) 20 de noviembre de 2017
Y esto lo dice un tipo que convoca un referéndum uniltareral, que se salta las propias leyes del Parlament de Cataluña, aniquila a la oposición, divide a su pueblo, se fuga del país para eludir la acción de la Justicia y borra (con photoshop) a sus consellers traidores de la fotografía de la historia. Eso sí, las ofrendas oficiales y los discursos a la tumba de Companys son poesía. Surrealismo made in Catalonia.