
La realidad siempre supera a la ficción. Un hombre de 51 años, vecino de Salt, en Girona, acudió a rescatar a su hija, retenida por los Mossos d'Esquadra, en un control de alcoholemia.

La joven dio una tasa de alcohol de 0,60 mg/l. Los cinco integrantes del vehículo superaron también la tasa mínima. Ninguno estaba autorizado a conducir para volver a casa. Entonces, se le ocurrió la fantástica idea de llamar a su padre para que pasara a recogerla. Hasta aquí todo correcto.
Pero lo peor estaba (todavía) por llegar. El papá, que acudió al auxilio conduciendo una motocicleta, fue requerido por los agentes para realizarle una prueba de alcoholemia. La sorpresa vino cuando dio una tasa incluso superior que todas las anteriores: ¡0,71 mg7l!! Casi el triple de lo permitido.
Los Mossos denunciaron penalmente al padre por un delito contra la seguridad vial, y a le pusieron a la hija una multa administrativa. El coche y la moto quedaron inmovilizados. No se atrevieron a llamar a nadie más. Volvieron a casa en dos taxis. Por si acaso.
