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Asistimos a informaciones que nos producen desasosiego y preocupación, informaciones que hacen referencia a las actividades poco ejemplarizantes de nuestro Rey emérito, que nos causan alarma, como si nos cogieran de sorpresa y no conociéramos lo sucedido. Todos sabían del comportamiento poco ortodoxo del monarca y todos le reían las gracias. Aquí lo importante no era ser monárquico, era ser Juancarlista. Un "tío" muy campechano y cercano, que junto con el "tahúr del Mississippi" Adolfo Suárez, como acertadamente le llamaba el vicepresidente del gobierno de España Alfonso Guerra, hacían un tándem de campechanos, sobre los que giro el mito de la transición y a los que se adoraban como a becerros de oro.