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La política es un ámbito contradictorio, en no pocas ocasiones repulsivo, en el que se producen los fenómenos más extraños y enfocarla racionalmente equivale a no entenderla. De vez en cuando, sin embargo, en este barrizal de vanidad, codicia, mediocridad, ignorancia, cainismo e incompetencia, surge una figura exótica que no encaja con el paisaje desolado de la lucha despiadada por el poder, una voz resuena en llamativa disonancia por su vigor armónico y su timbre elegante con la desagradable cacofonía de un debate parlamentario que en España ha alcanzado cotas ofensivamente rastreras.